“Me permito suceder.” – Clarice Lispector
Hay momentos en el día que parece que te suceden sólo a ti. Ya sea una presentación o entrevista de trabajo, una conversación importante con un ser querido, enamorarse, el primer día de una clase nueva, o cuando te hacen la pregunta más sencilla en el momento más incómodo, todos nos enfrentamos a un grado de vulnerabilidad. Toma en cuenta que este es un sentimiento de fortaleza, ya que ilumina el camino para que puedas dialogar contigo, y con todos los que te rodean. Cuando compartes tu historia, creas la oportunidad para que los demás se sientan acompañados.
Cuando éramos niños, contábamos historias cada vez que podíamos. Cuando estábamos molestos, compartíamos esa frustración con nuestros padres. Mientras comíamos galletas hechas en casa, platicábamos secretos de nuestras vidas privadas en el comedor. ¿En qué momento nuestra vulnerabilidad, el hecho de que no tenemos todas las respuestas, se convirtió en una debilidad?
Conforme me “convierto en un adulto”, sea lo que sea que eso signifique, me doy cuenta que necesito recordarme lo hermoso que es saber que no tengo todas las respuestas. Re-descubro el regalo del aprendizaje. Necesito bailar en las aguas de lo desconocido, sentir charcos empapar mis piernas expuestas y saber que la experiencia me dará las respuestas. Te comparto las historias de los pasos que tomé -quizá también te sean de ayuda.
Reflexiona sobre la creatividad
Mientras estaba en el mercado, acompañando a mi roomie en su búsqueda de bananas y granola, me dirigí a la sección de productos de belleza naturales. Todos los elegantes jabones de romero y lavanda parecían esculturas, cada uno era la representación de generaciones de jardines: la flora eternamente encapsulada. Se dice que el aroma guarda muchas memorias. Entonces me di cuenta que estaba respirando y reflexionando. Siento cómo estas plantas fueron sembradas, regadas y cosechadas cuando estaban listas. Todo lo que es natural avisa cuando está listo.
Después observé una concha en un estante, una legítima concha de mejillón, un artesano habilidoso encontró su par perfecto y lo atravesó con un listón para convertirlo en el estuche de una pequeña botella de aceite esencial, el cual tenía un nombre ingenioso que hacía alusión al mar. Me imagino en qué parte del mundo se encontraban cuando fueron bendecidos con esta novedosa idea de marketing. Imaginé la distancia – desde su incepción hasta este momento – que vivió ese pensamiento, lo que experimentó, hasta convertirse en lo que presencié. La manera en la que yo lo interpreto. La manera en la que cualquiera hace cualquier cosa. Algunos tienen las mejores ideas. Aunque me considero una persona bastante creativa, muy a menudo tengo la sensación de por-qué-no-se-me-ocurrió-eso-a-mí. Algunos parecemos destinados a siempre buscarle significado a nuestras vidas.
Involúcrate contigo mismo
Recuerdo que cuando era niña, los adultos siempre me decían que “fuera curiosa”; una especie de advertencia de que los humanos podíamos controlarlo todo. Recuerdo la primera vez que me enseñaron el potencial de la curiosidad. Estaba en el supermercado, un viaje que hacía con mi madre. En ese entonces, estaba aprendiendo a deletrear y a decir mi nombre, una hazaña para todos los que conocía. Compartía mi logro con cualquier persona con la que mi madre, mi adorada montaña del sol naciente, estuviera platicando. Cuando me preguntaban “¿Cómo te llamas?”, yo volteaba hacia arriba para responder “¿Cómo te llamas tú?”.
Si hay algo que pudiera decirme cuando era niña, sería: Siempre preséntate. O esto: Empieza donde sea. Aprecia lo imperfecto, lo impráctico, lo curioso, sigue el misterio. Encuentra significado en la belleza que te rodea. Acepta lo que es, lo que sea que te corresponda, y sigue adelante. Cuenta tu historia. Estudia la luz. Presencia el agua. Sé humana.
“Despierta, querido mío. Sé amable con tu corazón dormido. Sácalo a los extensos campos de Luz, y déjalo respirar.” — Hafiz
Cuestiona tu interpretación
Caminé al estudio de yoga que está a unas cuadras de mi casa para tomar la clase de hatha. Me da una dicha que no puedo describir -algo por lo que estoy totalmente agradecida- poder salir de la cama, caminar a cuarto silencioso cubierto de visiones positivas, y tomar una siesta mental de una hora. En los diez años que he estado practicando yoga intermitentemente, jamás había experimentado la eufórica fuerza empoderadora del hatha. Estaba emocionada por hacer algo nuevo y explorar mis límites dentro de un espacio seguro. Sin embargo, también temía no estar lista. ¿De dónde viene ese sentimiento?
Me pregunté ¿Por qué me siento vulnerable aquí, y cómo puedo abrirme a esta nueva experiencia?
Escuché con mucha atención durante la clase. Era el primer día de clases, después de todo. Como un vaso vacío debajo de la llave, estaba definitivamente lista. La maestra, tranquila y equilibrada, usó nombres de posiciones que mi cuerpo jamás había tomado, y apoyó a cada individuo con palabras amables y positivas. Escuché, fui testigo, experimenté. Existe un poder en saber nombrar las cosas, pero creeme que el saber que no sabes cómo llamar algo está lleno de deseo y esperanza.
He visto que los maestros comienzan con un recordatorio: Reconoce tus límites y haz la postura del niño cuando lo necesites, o cuando te lo pidan. En una clase tan suave como hatha, el mundo entero se siente como una gran postura del niño. Entrégate a la rendición. Así como hacen los niños: juega, descansa, descansa y vuelve a jugar.
El aprendizaje viene de la experiencia. Y estoy aprendiendo que eso es más que suficiente.
Karen Cygnarowicz es una escritora y artista viviendo en Portland, Oregon, donde trabaja como asistente de producción en Modern Macramé. Ella recibió su MFA en Literatura por Vermont College of Fine Arts. Síguela en Instagram, y a su proyecto personal The Ok Club mientras explora lo que significa ser humano.